
Hay aves en el campo y en el bosque chileno cuyo canto parece un lamento. ¿Que nos quieren decir cuando desde las profundidades de las quebradas o de la selva valdiviana nos increpan y nos ruegan con su canto? ¿Es acaso algo que no estamos haciendo bien? ¿O es más bien algo que estamos haciendo muy mal? ¿No será que están llenos de tristeza por cómo vamos cubriéndolo todo de hollín y de pavimento? ¿Por como manipulamos los códigos genéticos perdiendo los originarios que ya estaban aquí antes que el hombre? ¿Por como contaminamos nuestras aguas? ¿Por cómo vamos arrasando con el bosque templado austral? Indudablemente, creo yo, ven con desesperación como los
Peumos (Cryptocarya alba),
Quillayes (Quillaja saponaria),
Araucarias (Araucaria araucana),
Robles (Nothofagus obliqua),
Raulíes (Nothofagus alpina),
Coigües (Nothofagus dombeyii),
Avellanos (Gevuina avellana),
Boldos (Peumus boldus) y tantas otras especies, son reemplazadas por los voraces
Eucaliptos y
Pinos. El problema más grave es que entre estos últimos y a su amparo solo pueden crecer las extranjeras y egoístas
Zarzamoras (Rubus ulmifolius) y
Mosquetas (Rosa moschata); no pueden desarrollarse allí en verdes y mullidos manchones a la vera de los esteros la
Hierba de la Plata (Equisetum bogotense), no pueden escalar sus troncos y ramas los colorados
Copihues (Philesia magellanica), ni los naranjos
Digüeñes (Cyttaria espinosae), las
Lianas (Hidrangea serratifolia), los uniformados
Soldadillos con sus gorros rojos amarillos y azules
(Tropaeolum tricolor) ni las fucsias campanitas de los
Chilcos (Fuchsia magellanica), tampoco pueden vestir sus pies los cañaverales de
Quilas (Chusquea cumimngii), ni arroparse con los mantos de las
Nalcas (Gunnera chilensis), ni cubrirse con oro de los amarillos
Huilmos (Sisyrinchium striatum), ni tampoco con las tejidas hojas del
Helecho (Megalastrum spectabaile), no pueden

posares en sus ramas para descansar las
Lechuzas (Tyto alba) ni los
Peucos (Parabuteo unicinctus), ni pueden picotear sus cortezas los
Carpinteros (Campephilus magellanicus) ni los
Pitíos (Colaptes pitius). Es por eso y esto que la
Viudita (Colorhamphus parvirosrtris) viene del Sur de nuestro país para lamentarse, es también por ello que la
Turca (Pteroptochos megapodius.) desde las laderas arriba de Santiago también llora acompañada por la melancólica
Codorniz (Callipepla californica) traída desde la lejana California. Y el llanto de nuestras aves, se prolonga por todo nuestro territorio, por
Perdices (Nothoprocta perdicaria) en los trigales y viñedos,
Hualas (Podiceps major) entre las
Totoras (Typha angustifolia) y
Colas de Zorro (Cortaderia selloana) en las lagunas de la Zona Central y por
Hued Hued (Pteroptocho tarnii) en los escasos bosques nativos que van quedando en la Cordillera de la Costa, en el Cayumanqui. Pero hay alguien que no se conforma con la pena y nos reclama airado por tantos errores y atropellos, es el rey de la selva virgen del sur de Chile, es el señor
Chucao (Scelorchilus rubecola), que desde su trono con chaleco rojo y pantalones castellanos, guardián de nuestras conciencias, nos requiere y nos demanda con un grito profundo, para que cuidemos lo tanto que nos ha sido puesto a nuestro resguardo. Nos recuerda que nuestro entorno, su fauna, su flora, el aire y el agua y sus diversas riquezas, no son para nuestro amaño y que debemos cuidar, montañas, bosques, lagos, ríos y mares para nuestros hijos y nietos, y para los que vendrán después de ellos, sangre de nuestra sangre. A quienes nosotros sus antepasados no podremos darles por toda explicación, que fuimos inconscientes, que nos creímos inocentes, que no nos dimos cuenta, que no sabíamos. La historia nos juzgará, y créanme esa sentencia no nos absolverá, por el contrario nos condenará y con agravantes, como aquellos que pudiendo hacerlo no lo hicimos, como aquellos responsables de la desaparición de miles de especies que la evolución en un proceso de millones de años nos preparó y nos regaló para nosotros, y que desechamos y destruimos en tan solo unas pocas décadas. Pero aún no es tarde, todavía podemos dar un vuelco y pasar a la historia de la humanidad como aquella generación que fue capaz de cambiar las cosas, es increíble como cuando el ser humano se propone algo, es posible lograr el cambio de un destino que parecía inexorable. Pongamos atención a nuestras aves que con sus voces y trinos algo importante, sin duda alguna nos quieren decir, a ti a mí y a todos nosotros, no seamos sordos, no esperemos a que sea tarde y tengamos que vivir aquella
Primavera Silenciosa que
Rachel Carson brillantemente describió hace tantos años ya.
1. LAS AVES DE CHILE NUEVA GUÍA DE CAMPO,
Daniel Martínez Piña y Gonzalo González Cifuentes, obra citada en acápite Bibliografía.
2. AVES DE CHILE, Álvaro Jaramillo, obra citada en acápite Bibliografía.
3.
BIRDS OF PATAGONIA, TIERRA DEL FUEGO & ANTARTIC
PENINSULA; Enrique Couve y Claudio Vidal, obra citada en acápite Bibliografía.
4. FLORA AUSTRAL DE CHILE, ZONA ARUCANA; Adriana Hoffmann.
5. FLORA SILVESTRE DE CHILE, ZONA CENTRAL; Adriana Hoffmann.
6. PLANTAS MEDICINALES DE USO COMUN EN CHILE; Adriana Hoffmann, Cristina Farga, Jorge Lastra y Esteban Veghazi.