Sexta Parte: Laguna Captren.
Luego el niño llego a la rivera de la laguna Captren, ya estaba muy cansado pero se alegró con el
lindo paisaje, por entre las Araucarias de veía el volcán en su punta nevado que se reflejaba en las quietas aguas de la laguna, ya era como medio día y estaba con mucha hambre, las tripas se le retorcían y le sonaban, en eso vio a un Martín Pescador, los que en el idioma materno tienen un nombre bien complicado, Challwafeüñüm, el ave estaba parada en una rama desde la cual se veía el fondo cristalino de la laguna plagada de troncos, le dijo al niño que si mantenía silencio le convidaría una trucha para alimentarlo, esperaron un rato y en eso el Martín se quedó mirando un pez que nadaba como a un metro de profundidad, el ave lo miró fijo a los ojos, la trucha se quedó inmóvil parecía hipnotizada para inmediatamente lanzarse como una flecha arponeándolo con su largo pico medio a medio, lo dejo en la orilla y volvió a por otro, prendieron fuego y los asaron entre el rescoldo, ambos quedaron muy satisfechos, luego el niño se despidió le dio las gracias al ave y siguió camino para el bajo, después de un rato escuchó el ruido de un vehículo, en pocos momentos apareció la camioneta azul de los gringos en el que venían los dos gringos viejos, uno de ellos era el padre de los cabros flacos y el otro era un Señor gordo muy alegre, sus nombre eran muy raros el papa de los cabros que manejaba se llamaba Renato, igual que el mayor de sus hijos, y el gordo de rostro colorado se llamaba Eugenio, se notaba que los dos viejos eran muy amigos, le preguntaron el porqué de su viaje y nuevamente tuvo que explicarles, entendieron y le ofrecieron llevarlo pues iban a Curacautín a comprar aceite, el gordo le contó que era muy buen cocinero que lo necesitaban para hacer conservas en frascos con los salmones que ahumaban. Se subió a la camioneta y siguieron rumbo, ahora muy rápido, el que manejaba de tanto en tanto lo miraba de reojo, se notaba que le preocupaba el largo viaje emprendido por el niño, ambos eran muy amigos de Lorenzo y lo conocían desde hace muchos años. Después de una hora de camino, vio a lo lejos la ruca de la Machi, que el Búho le había explicado la reconocería pues a su lado habría un gran y frondoso Canelo o Foye, según su madre, árbol sagrado del que la Lloyka saca también hojas medicinales, los dos viejos se despidieron y los gringos siguieron viaje en su destartalada camioneta, le dijeron que si no aparecía dentro de dos días lo vendrían a buscar con Lorenzo.
lindo paisaje, por entre las Araucarias de veía el volcán en su punta nevado que se reflejaba en las quietas aguas de la laguna, ya era como medio día y estaba con mucha hambre, las tripas se le retorcían y le sonaban, en eso vio a un Martín Pescador, los que en el idioma materno tienen un nombre bien complicado, Challwafeüñüm, el ave estaba parada en una rama desde la cual se veía el fondo cristalino de la laguna plagada de troncos, le dijo al niño que si mantenía silencio le convidaría una trucha para alimentarlo, esperaron un rato y en eso el Martín se quedó mirando un pez que nadaba como a un metro de profundidad, el ave lo miró fijo a los ojos, la trucha se quedó inmóvil parecía hipnotizada para inmediatamente lanzarse como una flecha arponeándolo con su largo pico medio a medio, lo dejo en la orilla y volvió a por otro, prendieron fuego y los asaron entre el rescoldo, ambos quedaron muy satisfechos, luego el niño se despidió le dio las gracias al ave y siguió camino para el bajo, después de un rato escuchó el ruido de un vehículo, en pocos momentos apareció la camioneta azul de los gringos en el que venían los dos gringos viejos, uno de ellos era el padre de los cabros flacos y el otro era un Señor gordo muy alegre, sus nombre eran muy raros el papa de los cabros que manejaba se llamaba Renato, igual que el mayor de sus hijos, y el gordo de rostro colorado se llamaba Eugenio, se notaba que los dos viejos eran muy amigos, le preguntaron el porqué de su viaje y nuevamente tuvo que explicarles, entendieron y le ofrecieron llevarlo pues iban a Curacautín a comprar aceite, el gordo le contó que era muy buen cocinero que lo necesitaban para hacer conservas en frascos con los salmones que ahumaban. Se subió a la camioneta y siguieron rumbo, ahora muy rápido, el que manejaba de tanto en tanto lo miraba de reojo, se notaba que le preocupaba el largo viaje emprendido por el niño, ambos eran muy amigos de Lorenzo y lo conocían desde hace muchos años. Después de una hora de camino, vio a lo lejos la ruca de la Machi, que el Búho le había explicado la reconocería pues a su lado habría un gran y frondoso Canelo o Foye, según su madre, árbol sagrado del que la Lloyka saca también hojas medicinales, los dos viejos se despidieron y los gringos siguieron viaje en su destartalada camioneta, le dijeron que si no aparecía dentro de dos días lo vendrían a buscar con Lorenzo.